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miércoles, enero 27, 2010

No pierdas el bus... ¿o sí? 

La ciudad era Barcelona. Una amiga de la escuela y yo estábamos inspeccionando un edificio que según nos habían comentado había algo sospechoso en él. Nos econtrábamos subiendo unas escaleras metálicas todas oxidadas cada una en su hueco de cada ascensor. Disponíamos de poca luz por lo que íbamos con una linterna sujetándola como podíamos mientras subíamos. Temía que de un momento a otro las ecaleras se podían romper y caer al vacío. Por suerte conseguí llegar arriba de todo para descubrir que esas escaleras llevaban a la superficie de una plaza. Salí sin poder encontrar a mi amiga y me dirigí hacia la calle que pasaba por allí cerca. De repente veo hacia atrás y del mismo hueco por el que había salido hace unos segundos, aparecía un hombre trajeado. Ahí tenía al hombre sospechoso, algo se escondía en ese edificio y no querían que lo averiguásemos. Veo que el hombre se dirige hacia mí por lo que decido huir. Observo que un sentido de la calle me lleva hacia el centro de la ciudad con sus cruces y sus semáforos, mientras que el otro sentido implica dirigirme hacia las afueras. Esta segunda opción me ofrecía la posibilidad de huir sin ser vista, pues entre la plaza y la acera había un muro. Así que eché a correr por ese lado de la acera pasando de largo la entrada al metro. Cuando me doy cuenta que dejo atrás el centro de la ciudad.

Por suerte parece que había despistado al hombre sospechoso y lo había perdido de vista. Así que intenté buscar alguna parada de autobús que me pudiera llevar lejos de allí. Alcancé una al lado de una pequeña casa donde ya se empezaba a ver la vegetación de bosques y campos. Mientras esperaba en la parada estaba pensando en mi amiga, ¿la habrían cogido? ¿logaría escapar? Unos chicos que pasaban por allí me despertaron de mis pensamientos. Me iban a pedir algo cuando veo que se acerca un autobús lleno hasta los topes sin intención de parar. Otra vez tenía dos opciones, intentar subirme al bus o quedarme allí a esperar otro. Como los chicos no parecían de fiar, empecé a correr al mismo tiempo que el bus se acercaba. Así como el bus me alcanzó di un gran salto y me sujeté a la parte de atrás. No era la única persona que iba de ese modo. Y para mi sorpresa descubro que entre toda esa gente estaba mi amiga. ¡Había huido con éxito! Fue una alegría volvernos a ver sanas y salvas. Ella tampoco había averiguado nada concluyente respecto a aquel edificio.

Llegó un momento en el que solo veíamos campo y monte a nuestro alrededor. Cada vez el campo era más verde. Nunca en mi vida había visto un césped de un color tan vivo. De repente notamos que el bus empezaba a perder el control yendo cada vez a mayor velocidad, y, efectivamente, había dejado de seguir la línea de la carretera y se adentraba en el campo con sus baches y sus piedras. Nos agarrábamos al bus como podíamos. Se cruzó en nuestro camino una roca de tamaño considerable que hizo de rampa, lo que envió el bus por el aire como si de un mísil se tratara. Yo salí disparada yendo a caer sobre el césped blandito sin provocarme ninguna lesión ni herida, mientras que el bus se estampó a lo lejos contra el suelo explotando en mil pedazos. Yo había caído cerca de un muro de piedra. Me acerqué allí al ver que había un superviviente, un hombre de unos 35 años. Le pregunté si había visto a mi amiga pero no sabía nada de ella.

Descubrimos que pegado al lado del muro había un pozo de planta cuadrada entreabierto. Según él, allí dentro habría gente del accidente del bus. Que los vio caer por esa zona. Quizás podría haber algún superviviente más. Antes de intentar mover la piedra eché un ojo alrededor a ver si veía los restos del autobús pero mi vista no alcanzaba a verlos. No podían haber desaparecido así como así. A lo lejos vi una avioneta estacionada junto a su piloto. Antes de poder decir nada, el hombre me insistió en que le ayudase a mover la piedra, que era de forma rectangular y bastante pesada. Así como medio pozo quedó al descubierto, el cadáver de un hombre flotando en el agua asomaba. Su rostro expresaba dolor y sorpresa, como si hubiera muerto bajo los efectos del horror. No pude sino soltar un grito aterrador. Le dije que no quería ver más, pues parecía que ahí dentro había más restos de cuerpos sin vida y no tenía el cuerpo para presenciar semejante terror. Sin embargo vimos llegar otro superviviente que se acercó a nosotros, un chico joven, alto y rubio. Sin mediar palabra empezó a empujar él solo la piedra contra un hueco del muro, dejando el pozo del horror al descubierto. Yo le estaba preguntando qué hacía y por qué lo hacía cuando me di cuenta que en el muro encima de la piedra se dibujaba una forma, era el propio muro que cedía hacia dentro como si de un pasadizo secreto se tratase. Los tres empujamos para terminar de abrir el camino.

Pero en vez de camino nos encontramos en un patio enorme rodeado por el muro en tres partes. Justo en el centro del patio se alzaba un castillo medieval reformado con piezas de madera. Lo más hermoso fue contemplar las vistas del valle y las montañas al fondo. Empezaba a ponerse el sol y la luz era tenue y rojiza lo que hacía que las vistas fueran todavía más bellas. Por un instante olvidamos que veníamos de sufrir un accidente de autobús. Otra chica superviviente apareció y nos acompañó dentro del edificio para pedir ayuda. Nos adentramos en una pequeña sala los cuatro gritando socorro a ver si alguien nos oía. No hubo respuesta. Sin embargo escuchamos pasos en el piso de arriba y descubrimos una trampilla abierta y unas escaleras de madera que bajaban. Un hombre asomaba. Cuando nos dimos cuenta de que llevaba un revólver ya era demasiado tarde, nos tenía acorralados mientras descendía por las escaleras. Para nuestra sorpresa se trataba del primer superviviente que había encontrado. Miré hacia atrás y no estaba. ¿Cómo era posible que había subido las escaleras sin darnos cuenta? ¿Por qué nos apuntaba a los tres con el revólver? ¿Qué quería de nosotros? Nos empezó a dirigir de una sala a otra con tono despectivo. Aquel castillo parecía un laberinto, salas pequeñas con múltiples entradas sin puertas en las paredes. Así como pude, huí por un hueco de una esquina mientras el hombre estaba despistado observando las vistas desde la ventana. Ya había ganado demasiados sustos por ese día.

Accedí de nuevo a la sala inicial. Allí, sentado en una silla, estaba el mismo hombre, pero sin arma, pidiéndome que no hiciera ruido. No entendía nada. ¿Qué estaba ocurriendo allí? Por un momento pensé que estaba alucinando porque aquello no tenía explicación. Me explicó que cuando llegamos todos a la sala él se había metido en un rincón a explorar mientras que el hombre que había bajado por las escaleras no era él, sino otro que tenía el poder de transformarse en apariencia igual a la de cualquier otra persona y que algo tramaba. Aquello ya me pareció totalmente irreal y decidí ir por mi cuenta en busca de ayuda, alejándome de toda esa locura. Llegué a la entrada de una sala enorme. A un lado vi a un hombre con su capa azul de terciopelo y una corona en su cabeza. Una doncella le servía algo de comida. El hombre se sentó en una mesa llena de papeles. Parecía estar trabajando en sus asuntos. Al otro lado de la sala había un par de guardias. Pensé que aquel hombre, fuera rey o lo que fuera, parecía ser una persona trabajadora y preocupada por los suyos; quizás podría ayudarme a encontrar a mi amiga y salir de aquel extraño lugar. Advertí que los guardias se dieron cuenta de mi presencia y se pusieron en movimiento. Rápidamente bajé los dos peldaños que separaban la entrada de la sala y fui corriendo hacia la mesa del que parecía ser rey para pedirle ayuda, pero antes de poder alcanzarlo sonó el teléfono y me desperté. Todo había sido un mal sueño.

La cuestión es, ¿habría llegado a su mesa antes que los guardias? ¿Me habría ayudado? ¿Encontraría a mi amiga con mi vida? ¿Encontraría el camino de vuelta a casa? Aunque esto me lleva a plantearme otras preguntas, ¿qué habría ocurrido si me hubiese dirigido al centro de la ciudad? ¿Me habría seguido el hombre sospechoso? ¿Y si hubiese cogido el metro? ¿Y si no hubiese cogido el bus? Amigos, sin duda la vida está llena de pequeñas decisiones que marcan nuestro camino. La próxima vez que perdáis un bus no os preocupéis, ya vendrá otro, porque quizás el primero desencadene en acontecimientos no deseados, algo así como el efecto mariposa.

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Comentarios:

estraño sueño e inquietante!!!
¿como diablos consigues acordarte con tanta precisión?
sin duda, debió de impactarte!!
 

Esa es la cuestión, cuando un sueño me impacta mucho se me queda grabado en el cerebro y me paso días dándole vueltas para ver si tiene algún significado o si, por el contrario, carece de él.
 

jajaja, seguro que fun eu chamando a casa
 


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